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Las



casas

muertas

que revive

Mairín



Una gaveta llena de monedas en la casa de un migrante el 28 de abril de 2022.
Mairín comenta que a menudo consigue estas gavetas y suele vender las monedas
por el valor del níquel.






Texto: Laura Helena Castillo | Fotos: Fabiola Ferrero

Mairín abre una gaveta y hay un tesoro devaluado de monedas. Mairín abre un
cofre y hay unos anillos que a nadie le quedan. Mairín abre un libro y encuentra
la estampita de una santa marcando la última página que alguien leyó. Mairín
abre un clóset y encuentra los dientes que el Ratón Pérez guardó hace décadas.
Mairín Reyes abre lugares, saca cosas, toma fotos, hace inventarios, desenreda
cables, protege vasos, embalsama barbies en cajas de cartón, apila peluches en
bolsas negras, desmonta hogares: es una oficiante de la memoria.

‍

La migración venezolana, una úlcera por la que se han derramado más de 7
millones de personas según la Plataforma de Coordinación Interagencial para
Refugiados y Migrantes de Naciones Unidas, es el contexto en el que ha crecido
Soluciono por ti, el negocio que Mairín Reyes lidera y que la ha llevado a casas
y apartamentos de migrantes para ordenarles los recuerdos. “Lo recurrente en la
mayoría de clientes que he atendido es que están fuera del país y dejaron la
puerta cerrada pensando que iban a volver y no volvieron. De algo tan doloroso
como la migración, yo encontré una oportunidad. ‘Organización del hogar’ lo
llamo yo”, dice Reyes, una caraqueña huracanada con porte de Condoleezza Rice.

‍

Son millones los hogares venezolanos deshabitados, cerrados, con los intestinos
secos y drenados antes de una colonoscopia. “Una casa muerta, entre mil casas
muertas”, escribió Miguel Otero Silva en su novela atemporal.

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—A mí entrar a cada casa me da muchísima tristeza —dice Reyes—. Más allá de las
razones que llevan a cada quien a migrar, porque siempre hay una razón de peso,
siempre me impacta ver tantas cosas dejadas. Me imagino a la familia riéndose en
esa sala, siendo felices. Ves que las cosas se adquirieron con cariño. Lo que
encuentras es lo que te habla de la gente: hay testimonios del amor que ahí
hubo.

‍

Ese testimonio del amor que se fue es lo que el urbanista Lorenzo González Casas
llama “osteoporosis urbana”. González la define así “por analogía con la
afección orgánica en la cual la estructura ósea mantiene su forma, pero pierde
sustancia y se va desmoronando”. En 2020 escribió en Debates Iesa sobre esta
consecuencia de la emergencia humanitaria compleja que se vive en Venezuela: “La
diáspora venezolana ha conducido a un gradual vaciamiento de las ciudades y el
abandono de una significativa inversión inmobiliaria. Esta osteoporosis urbana
constituye tanto un problema como una oportunidad para un nuevo urbanismo,
acorde con principios de sostenibilidad”.

‍

González Casas calcula que en Venezuela hay más de 1 millón de viviendas
desocupadas u ocupadas por debajo de su capacidad, lo que significan 50.000
millones de dólares osteoporóticos.

—A mí entrar a cada casa me da muchísima tristeza —dice Reyes—. Más allá de las
razones que llevan a cada quien a migrar, porque siempre hay una razón de peso,
siempre me impacta ver tantas cosas dejadas.



El apartamento vacío de un migrante que contrató a Mairín, el 27 de abril de
2022 en Caracas.

Mairín y su sobrino categorizan y cuentan peluches para luego ser vendidos,
desechados o donados.

“Guárdalo, rómpelo, bótalo”

¿Qué saben de nosotros nuestras cosas?
Está el abrigo verde con que un hombre
salía los domingos neblinosos,
y está la colección de Chateaubriand,
y está el menorá en la biblioteca.


“Las Cosas”, poema del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez.

‍

Los muebles sudan en soledad. Ese olor a secreción de muebles es lo primero que
distingue a una casa deshabitada cuando abres la puerta: “Al entrar, me he
conseguido de todo: ropas de bebé de hijos que hoy tienen 45 años, peluches,
palos de golf, la casa de la Barbie con las barbies, decenas de vajillas, útiles
escolares de hace décadas, libros de todo tipo y gustos, bibliotecas de piso a
techo. ¡Dios mío, cómo uno acumula cosas! En todas las casas encuentras la
evidencia de las devaluaciones que ha tenido el bolívar: cajas de billetes y
gavetas de monedas que te ratifican que cada día tenemos menos ingresos”, dice
Reyes.

‍

A través de videollamadas Reyes va mostrando a sus clientes cosas que saben
secretos sobre ellos. Algunas son piezas de aparente valor que han dejado atrás.
A veces, al ver por la cámara algo con mucha carga emocional, el cliente se
conmueve, llora, rememora, explica el origen de la pieza, evoca sus mejores
momentos y, después, dice como una Gillette: “Bótalo”.

‍

“En 2021, cuando comencé a levantar el inventario de mi primera clienta, que es
una buena amiga mía con la que trabajé años atrás, me di cuenta de que lo había
dejado todo. Y empecé a mandarle fotos por WhatsApp: ‘¿Qué hago con esto?’, le
iba preguntando. ‘Guárdalo, rómpelo, bótalo’”, me respondía dependiendo de la
pieza. Quizá por la cercanía que tenía con ella, lloraba cada vez que veía sus
fotos. Pero he seguido llorando con otros clientes: no concibo cómo puedes meter
la vida en tres maletas. Es imposible no conectarte con todo lo que la gente
vivió en este país”, reconoce Reyes.

‍

La verdadera fortuna para la mayoría de los clientes de Soluciono por ti son las
fotografías: los álbumes y las que guardan sueltas por ahí. “Eso sí lo quiero”,
le dicen a Reyes cuando se las muestra. “Hay cosas que la gente no recuerda
tener. Me han aparecido prendas que los clientes ni recordaban que tenían, como
una sortija de zafiros, por ejemplo. Para hacer este trabajo se tiene que crear
un nexo de confianza absoluta con tus clientes: yo soy sus ojos, a todo le tomo
fotografías y lo subo a un inventario en Excel. Esto es un trabajo de discreción
porque llega un momento en el que te conviertes en su guardadora de tesoros”.

“En 2021, cuando comencé a levantar el inventario de mi primera clienta, que es
una buena amiga mía con la que trabajé años atrás, me di cuenta de que lo había
dejado todo. Y empecé a mandarle fotos por WhatsApp: ‘¿Qué hago con esto?’, le
iba preguntando”.



Un sofá cubierto dentro de una casa vacía de un migrante en un barrio de clase
media de Caracas, el 28 de abril de 2022.

Mairín Reyes posa para un retrato en el jardín de una casa de migrantes donde
trabajó, el 27 de abril de 2022.

Servir y solucionar

Mairín Reyes nació en el Hospital Universitario de Caracas y sus primeros años
los vivió en El Cortijo de Sarría. Estudió Técnico Universitario en
Administración Turística y Hotelera, pero nunca lo ejerció. Su primer trabajo
formal, en Ediciones Cobo, la enmarcó en un lugar del que jamás se sale y del
que ella no salió: los libros, que antes archivaba y ahora también.

‍

“Aparte de que el trabajo en sí era muy interesante, era auxiliar de biblioteca,
estaba en contacto con libros y diapositivas para clasificar. Y terminé haciendo
correcciones de pruebas y de redacción”, recuerda. Reyes definió su vocación por
el servicio al cliente en CANTV Net, cuando era una empresa privada que
comenzaba a ofrecer Internet por toda Venezuela a finales de los años 90.
“Viajamos por el país montando oficinas comerciales. Yo estaba en el área de
mercados masivos. Dimos charlas y cursos de para qué servía Internet para poder
venderla. Era una época que hablaba del desarrollo pujante de Venezuela”.

‍

Reyes estuvo hasta 2004 en CANTV y continuó con un negocio propio que ya
funcionaba en paralelo: una peluquería. “A mí me encanta trabajar. Es mi estado
natural. No concibo la vida sin estar produciendo algo, haciendo algo. De CANTV
aprendí la importancia del cliente y de prestar un servicio desde la
satisfacción. Eso lo tengo internalizado”.

‍

En la intimidad de las casas que buscan su destino, Reyes ha encontrado otras
vertientes del servicio al cliente: “Tengo unos clientes en Bello Monte con los
que hice un gran vínculo porque tenían sótanos con archivadores llenos de
papeles. El señor era profesor de la Universidad Central de Venezuela y había
trabajado en el Metro de Caracas: guardaba hasta los recibos de los cajeros
electrónicos. El trabajo de organización de su hogar lo hicimos juntos, porque
ellos aún no se habían ido del país. Aprendí a entender lo duro que era para él
lo que estaba haciendo porque la mayoría de la gente no se plantea irse, sino
piensa que aquí, donde están sus cosas, se va a morir”.

‍

Con ellos estuvo cinco meses, vaciando tres propiedades y tres sótanos. Y de
allí surgió otra vertiente de Soluciono por ti:

‍

—La cantidad de enseres que ellos tenían me llevó a tener un espacio para
custodia y exhibición de lo que aún queda por vender de nuestros clientes. Tengo
un local alquilado de 300 metros con vitrina para exhibir y vender objetos a los
que nuestros clientes quieran sacar algún provecho. Muchos donan las cosas que
dejan en sus hogares, pero otros deciden buscar alguna ganancia. La idea es que
pueda generar algún ingreso que pague los servicios de trasteo o limpieza.

“Tengo un local alquilado de 300 metros con vitrina para exhibir y vender
objetos a los que nuestros clientes quieran sacar algún provecho”.



Carros abandonados en un vecindario clase media en Caracas, el 27 de abril de
2022.

Una vista de Parque Central el 17 de marzo de 2022.

Con rifle o con china

En uno de los apartamentos donde trabaja Reyes quedan, en el papel tapiz, las
marcas de los cuadros. Son líneas amarillo óxido donde antes hubo lienzos de
alguna naturaleza muerta o un Trómpiz, ese pintor fetiche de la clase media
venezolana de los años 80.

‍

En su poema “Mudanza”, Fabio Morabito escribió:

‍

He aprendido a respetar las huellas / de los viejos inquilinos: / un clavo, una
moldura, / una pequeña ménsula, / que dejo en su lugar / aunque me estorben.

‍

Saber irse y saber quedarse son habilidades adquiridas. Con una energía de
productora de campo, Reyes acompaña a los migrantes en ese proceso, incluso más
allá de desmontar sus cuadros: “Soluciono por ti es un paraguas. En el camino
han surgido otras necesidades de los clientes, como la venta del propio
inmueble. Tengo una alianza con una realtor y para ella mis servicios son un
valor agregado de su catálogo”.

‍

Mairín tiene su propio duelo migratorio. Su único hijo vive afuera y ella no
conoce a su único nieto. “Solo un pequeño porcentaje de venezolanos está en
condiciones de mitigar las huellas de la pérdida a través de viajes y conexiones
cibernéticas; para la gran mayoría, la emigración de un ser querido constituye
la expectativa de una separación indefinida e incluso definitiva”, escribió Ana
Teresa Torres en La Gran Aldea en junio de 2023. “Los viejos nos estamos
quedando aquí. Quiero abrazar a mi nieto”, dice Reyes.

‍

Pero rápido se recompone y regresa a la casilla de la solución. “Dentro de todo
lo que se vive aquí, me siento bendecida: tengo a mis vecinas para tomar vino y
café y tengo mi jardín. Yo creo que siempre hay que tratar de sacar lo mejor de
lo que haya. Mi papá, que era un optimista, siempre decía: ‘Si no se caza con
rifle, se caza con china’. Uno de mis objetivos es ser una persona útil y
autosuficiente para mi propia vida. No todo el mundo tiene este tipo de
oportunidades, pero yo las encontré”.

"Mairín Reyes tiene su propio duelo migratorio. Su único hijo vive afuera y ella
no conoce a su único nieto."



El apartamento vacío de un migrante que contrató a Mairín, el 18 de marzo de
2022 en Caracas.




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