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El concepto totalitarismo, bien trabajado por Hannah Arendt, nos permite conocer su radical desarrollo que, en torno a la década del 20’ del siglo pasado, va a modificar las configuraciones institucionales, políticas y éticas de la época presente (Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, Editorial alianza, España, 2015). Según Arendt, existen dos tipos de totalitarismo: el comunista y el nazi. El totalitarismo nazi “marca una drástica ruptura y una mutación, es decir, no nace de la radicalización, sino de la descomposición de la modernidad” (Espósito, 2009, pág. 149). El nazismo no es una filosofía realizada. De acuerdo con Espósito, > “…el nazismo es más bien una biología realizada. El nazismo tiene como > trascendental la vida, como sujeto la raza y como léxico la biología” (Roberto > Esposito, Comunidad, inmunidad y biopolítica, Editorial Heredero Herder, > España, 2009, pág. 143). Es decir, los nazis se identificaron con ese saber “científico” sostenido en la biología comparada de las razas humanas. Cabe hacer presente, sin embargo, que las razas no existen. Lo que está completamente demostrado, es que el ser humano existe como especie en sus diversas realidades y contextos. El nazi Rudolf Hess, igualmente señaló que “…el nacional socialismo no es sino biología aplicada”. Lo que demuestra que los nazis efectivamente creían (creen) en esa definición. Interpretar la política en términos biofísicos y, a la inversa, atribuir a la biomedicina una carga política, significa colocarse en un horizonte radicalmente diferente. Esta biología aplicada se objetiva en “la solución final”, es decir la eliminación de las razas inferiores. La metáfora deviene de algún modo real: > “no en el sentido de que el poder político pasase directamente a los médicos y > biólogos, sino en que, de modo más importante, los políticos asumieran un > principio médico-biológico como criterio guía de sus acciones” (Espósito, > 2009, pág. 143). Habría que reconocer la responsabilidad individual de cada médico, pero también el complejo papel que desempeñó la medicina en la ideología y la práctica nazi. Pero, ¿por qué la medicina fue la profesión que, en mucho mayor medida que el resto, concedió una adhesión incondicional al régimen nazi? ¿Por qué el régimen confirió a los médicos un poder sobre la vida y la muerte tan enorme? Gerhard Wagner, el führer de los médicos alemanes, señaló que “…el médico volverá a ser lo que han sido médicos del pasado, volverá a ser sacerdote; el médico-sacerdote”. Y, en consecuencia, muchos médicos alemanes no dudaron en acatar las órdenes, por ejemplo, alistando a niños, adultos y ancianos, destinándolos a la “muerte misericordiosa” del programa T4 o la del programa de la “eutanasia”, hasta culminar con la gran terapia magna “Auschwitzciense”: esto es, > “…la selección sobre la rampa de acceso al campo, preparación al proceso de > gaseado, declaración de deceso, extracción de los dientes de oro de los > cadáveres y vigilancia del procedimiento de cremación” (Espósito, pág.146). Solo los médicos tenían derecho de inyectar “Fenol” a los “degenerados” o de abrir el grifo del gas para la “ducha final”. Si el poder último calzaba botas de las SS, la “autoritas”vestía las batas blancas de los médicos. Así, la nueva “teo-bio-política”, se había consolidado como una poderosa herramienta de exterminio en un marco político completamente totalitario. En consecuencia, los médicos se habían vuelto realmente los sumos sacerdotes de Baal, que después de algunos milenios se encontraban de nuevo frente a sus antiguos enemigos hebreos y podían devorarlos a placer. Para los nazis, la muerte era la única manera de “sanar” a Alemania de las supuestas razas “inferiores”. De hecho, el mensaje que los nazis daban, tanto a las víctimas, a posibles observadores como a ellos mismos, fue “¡todos nuestros asesinatos son asesinatos médicos, debido a razones médicas y ejecutados por médicos!” (Espósito, pág. 149). Y no se trataba de una enfermedad cualquiera. Era una patología infecciosa. En consecuencia, lo que se quería evitar a toda costa era que unos seres inferiores contagiaran a otros superiores. La sentencia fue que, “…los judíos no se asemejen a los parásitos, no se comportaran como bacterias, sino que lo eran” y como tales debían ser tratados. Por esta razón, el término adecuado para designar su masacre no fue de “holocausto”, sino de “exterminio”. Una acción realizada para hacer desaparecer insectos, ratas y otras plagas. De hecho, Himmler se dirige a las SS diciendo, “…el antisemitismo es como una desinfección, alejar a los piojos no es una cuestión ideológica, sino una cuestión de limpieza” (Espósito, pág. 141). El propio Hitler usaba una terminología inmunológica todavía más precisa: “…el descubrimiento del virus judío es una de las mayores revoluciones de nuestro mundo. La batalla en la que estamos comprometidos hoy día es igual que la que libraron en el siglo pasado Pasteur y Koch solo reconquistamos nuestra salud eliminando a los judíos” (Espósito, 2009). En relación con esto último, Espósito señala: > “…en el momento en el que la vida de un pueblo definido en términos raciales > se toma como el valor supremo que ha de conservarse intacto en su constitución > originaria o expandir sus confines, es obvio que la otra vida, la vida de > otros pueblos y otras “razas”, tiende a ser considerada como un obstáculo a > tal proyecto y sacrificada” (Espósito, pág. 130). Nazis en el Sur de Chile Entre 1930-1945 Chile no estuvo exento de lo que pasaba en el mundo. Hitler asumió el poder en 1933. Y entre este último año y 1943, una cantidad importante de médicos chilenos concurrieron a formarse a Alemania. Según los registros existentes, son más 30 facultativos de todo el país y de distintas especialidades que asistieron en ese período (Véase, Victor Farías, Los nazi en Chile, Editorial Seix Barral tres mundo, España, 2000, pág. 454). En Osorno, de acuerdo con los Archivos de militancia en el partido nazi publicado por la oficina del gobierno de Estados Unidos de Washington DC en 1946, se encuentran más de 200 militantes que aparecen con sus respectivos números de registro o militancia, fecha de ingreso con la identificación del militante y su respectiva dirección, profesión u oficio (Farías). Entre los militantes destacados, cabe mencionar a Richard von Conta, diplomático alemán, quién ejerció como vicecónsul de la Alemania Nazi en la ciudad de Osorno entre los años 1939 y 1943. Von Conta luego fue expulsado del país por espionaje, acción que concuerda también con la ruptura de relaciones diplomáticas por parte de Chile con la Alemania Nazi. Von Conta fue un destacado miembro del partido nacionalsocialista llegando ser jefe local o “Ortsgrvppenleiter” y solo retorna a Chile al final de la guerra, en 1952. Otro destacado ciudadano alemán-chileno, es Friedrich Schilling, militante con el registro n°2854506. Este médico ingresó al país el 1 de octubre de 1934 y vivió Osorno en calle O’higgins N° 535. Schilling llegó a ser un destacado ciudadano local. Regularmente escribe artículos en la prensa de época. De este modo, el jueves 20 de abril de 1933 en un artículo titulado “Hitler, el jefe espiritual de la nueva Alemania”, en conmemoración de los 44 años de Hitler, Schilling alaba el régimen dictatorial de Mussolini por su disciplina, rigurosidad y no disimula alabanzas al régimen de Hitler. Apoyando abierta y decididamente al régimen nazi, en el Diario La Prensa de Osorno. expresó, > “…al saludar al canciller y jefe espiritual de la nueva Alemania, Adolf > Hitler, en el día del 44 aniversario de su nacimiento, le deseamos un éxito > completo en la restauración de Alemania a fin de que esa gran nación pueda > continuar con mayor eficiencia su gran labor cultural y científica en el bien > de toda la humanidad” (Friedrich Schilling, “Hitler, el jefe espiritual de la > nueva Alemania”, Diario La prensa, Osorno, 20 de abril 1933). Al inaugurar el S. XXI observamos un conjunto de hechos que nos hacen recordar el totalitarismo nazista. La verdadera explosión del terrorismo biológico, las guerras preventivas, las masacres étnicas todavía de tipo biológico, las barreras migratorias y sus muros para contenerlas, incluso la reapertura de campos de concentración, como Montana y qué decir del resurgimiento del neonazismo en muchas partes del mundo. Todas las anteriores, hablan de las tecnologías que intentan configurar no solo el cuerpo de los individuos, sino también los caracteres de la especie. En fin, nos deben llamar a la reflexión, hoy más que nunca, cuando so pretexto de la pandemia asistimos a la homogeneización del discurso público y a la concentración del poder por parte de muchos gobernantes. Comparte nuestro contenido * * * * * * * * * * ← Para la historia de San Pedro * La tragedia de Manquemapu → DEJA UNA RESPUESTA CANCELAR LA RESPUESTA Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con * Comentario Nombre * Correo electrónico * Web Guardar mi nombre, correo electrónico y web en este navegador para la próxima vez que comente. CONTADOR DE VISITAS Patrocinadores: Copyright © 2024 FUNDACIÓN DHARMA CHILE. Funciona con WordPress. 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