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Esta autora, que se acercó a géneros tan dispares como la novela, el cuento, la leyenda histórica en verso, el teatro y la poesía, constituye una excepción notable en el panorama de las letras navarras del siglo XIX. La calidad literaria de sus escritos no es extraordinaria, pero la misma circunstancia de su singularidad bien la hace merecedora de alguna reseña, como esta breve que ahora le dedico. Aunque nacida en La Coruña en 1853, la vida de Francisca Sarasate Navascués estuvo plenamente enraizada en Navarra por sus vínculos familiares, de forma que suele ser incluida en las nóminas de escritores navarros. En efecto, era hermana del músico Pablo Sarasate y esposa del catedrático Juan Cancio Mena (de ahí que firmase algunos libros como Francisca Sarasate de Mena). En 1882 obtuvo el quinto premio —consistente en una pluma de oro— en el concurso organizado por el Ayuntamiento de Alba de Tormes con motivo del III Centenario de la muerte de Teresa de Ávila. Dio varias conferencias en el Ateneo de Zaragoza, fue colaboradora La Ilustración Española y Americana y directora de La Gaceta de París. Escribió una colección de Cuentos vascongados (1896), trece relatos cuyas acciones están localizadas en distintos pueblos de Navarra o las Provincias Vascongadas; son narraciones sencillas que recogen historias y vidas vulgares, contadas sin mayores alardes técnicos o estructurales[1]. En su obra narrativa se incluye también Un libro para las pollas (1876), que se subtitula novela de costumbres contemporáneas relacionadas con la educación de la mujer (la apostilla siguiente, «Obra útil a las madres y a las hijas», revela claramente la intención didáctica que guía a la autora); y Fulvia o los primeros cristianos (1888), breve novelita escrita a la manera de la Fabiola del cardenal Wiseman; presenta la historia de Fulvia, una joven y hermosa patricia romana convertida al cristianismo, que muere en la arena del Circo, alcanzando así la palma del martirio. Libros de carácter lírico son Horizontes poéticos (1881), Amor divino (una oda publicada junto con Fulvia), Romancero aragonés (1894) y Poesías religiosas (1899). Algunos de sus poemas fueron musicalizados por su hermano Pablo. Su obra titulada Pensamientos místicos (1910) recoge una serie de reflexiones cristianas (sobre la vida, la muerte, el amor a Dios, la riqueza y la pobreza, el perdón, el sufrimiento, el trabajo, etc.). Francisca Sarasate falleció en Pamplona en 1922. Los datos completos de la obra que ahora me ocupa son: Horizontes poéticos. Libro rítmico dedicado por su autora a su hermano el eminente artista Pablo Sarasate, Pamplona, Imprenta de El Eco de Navarra, a cargo de M. Colomina, 1881 (existe un ejemplar en la Biblioteca General de Navarra, sign. 8-2 / 97). El primer aspecto que hay que destacar es que estamos ante un libro misceláneo, que incluye composiciones de distintos géneros. Así, las páginas 105-181 están ocupadas por un ensayo dramático titulado Los dos ciegos. Se trata de una comedia en dos actos y en verso que, como se indica en nota, desarrolla en forma dramática una novela francesa de igual título de Frédéric Soulié. Parece como si el género lírico no tuviese todavía la suficiente consideración literaria, de forma que a la hora de coleccionar esas composiciones poéticas en un volumen debieran ir arropadas por escritos de mayor fuste, pertenecientes a otros géneros «mayores». Las restantes piezas incluidas en el libro sí son poéticas, pero en varias de ellas el tono predominante es más narrativo que lírico (podría recordarse que la autora cultivó, por ejemplo en su Romancero aragonés, las leyendas históricas en verso, muy similares a las que, por esos años finales del XIX, componían otros literatos navarros como Hermilio Olóriz o Arturo Cayuela Pellizzari). El libro se abre con una dedicatoria «A mi hermano Pablo Sarasate» y un elogioso prólogo de Juan Cancio Mena (pp. 5-15), donde se indica que es este un «libro de verdadera poesía», del que destaca su espíritu de inspiración, la grandeza y profundidad de pensamiento, la exactitud y colorido y la adecuación de fondo y expresión. En las palabras finales indica que la autora «es elevada en sus ideas, correcta en su decir, analítica en sus juicios, natural en sus descripciones, brillante en sus imágenes y, sobre todo, sabe hacer interesantes los asuntos que elige» (p. 15). Los poemas aquí recopilados pueden ordenarse en cuatro bloques temáticos: 1) poemas amorosos; 2) poemas que analizan sentimientos intimistas, a veces partiendo de la descripción de diversos elementos de la naturaleza; 3) poemas de tema religioso o que introducen reflexiones morales; y 4) poemas de circunstancias y otros temas. Los iremos examinando en próximas entradas[2]. -------------------------------------------------------------------------------- [1] Les dediqué unas líneas en mi artículo «Panorama del cuento literario navarro en el siglo XIX», Príncipe de Viana, 210, enero-abril de 1997, pp. 223-247. [2] Para más detalles remito a Carlos Mata Induráin, «Los Horizontes poéticos (1881) de Francisca Sarasate», Río Arga. Revista de poesía, 89, primer trimestre de 1999, pp. 22-27. Ver también Carlos Mata Induráin, «Francisca Sarasate y Navascués», en María del Juncal Campo Guinea y cols., Mujeres que la historia no nombró, Pamplona, Ayuntamiento de Pamplona-Área de Servicios Sociales y Mujer, 2005, pp. 141-142; y Carlos Mata Induráin, «Una escritora en el olvido: Francisca Sarasate y Navascués», Pregón Siglo XXI. Revista Navarra de Cultura, 31, Verano de 2008, pp. 26-29. Publicado en Escritores navarros, Francisca Sarasate Navascués, Historia literaria de Navarra, Literatura, Literatura española del siglo XIX, Poesía | Etiquetado Escritoras españolas, Escritoras navarras, Escritores navarros, Francisca Sarasate Navascués, Historia literaria de Navarra, Horizontes poéticos, Literatura, Literatura española siglo XIX, Literatura femenina, Poesía española del siglo XIX | 1 Respuesta LOS «HORIZONTES POÉTICOS» (1881), DE FRANCISCA SARASATE NAVASCUÉS (2) Posted on 14 14Europe/Madrid junio 14Europe/Madrid 2024 por insulabaranaria Responder El primero de los poemas amorosos es «Leyenda guipuzcoana» (pp. 17-25), de claro tono narrativo, con rima aguda en -ó cada cuatro versos (que son heptasílabos). La primera parte es un diálogo entre una voz lírica femenina y su hermana, que se lamenta por un amor sin esperanza; mirando al mar Cantábrico, señala esta última que desea la muerte porque el mundo es para ella negra cárcel, fúnebre prisión. En la segunda parte, la voz lírica refiere la muerte de la bella y maldice al hombre que causó su desgracia. En el titulado «Dos lágrimas» (p. 39), formado por cuatro redondillas, el yo lírico compara una lágrima de la persona amada con una gota de rocío, siendo insuficientes una y otra para apagar su sed de amor. «Su nombre» (pp. 41-45) es una composición de diecinueve estrofas de estructura 11- 7a 11- 7a (con rima aguda en los versos pares). Una voz femenina canta, dirigiéndose a su madre, al amor que es toda su vida, pero que la desdeña; ella tan solo desea amarle y soñar que él la ama; sabe que este sufrir en silencio es una locura, pero también su felicidad, y por eso acaba pidiendo: «déjame, pues, vivir con mis quimeras, / que vivir es soñar» (p. 45). «En un álbum» (p. 47) es un romance con rima en é-a que refiere el flechazo amoroso de una pareja, él y ella: el cruce de una mirada basta para que un relámpago de dicha una sus almas gemelas, pero es tan intenso que les condena «a ceguedad eterna». El título responde a una práctica poética muy habitual en el siglo XIX, consistente en que los poetas escribiesen algunos versos en álbumes, abanicos, etc. La nota trágica aparece en «Un suelto de La Correspondencia» (pp. 59-67), una silva de tono narrativo que refiere el suicidio de una joven por un desengaño amoroso (el paquete de cartas localizado por la madre así lo revela). Narrativo es también el poema siguiente, titulado significativamente «Cuento» (pp. 69-73); se trata de un romance endecha con rima é-o que empieza así: «Érase, niñas mías, / érase, y va de cuento, / érase una princesa, / allá, en lejanos tiempos». La hermosa vive en un palacio riquísimo, que es para ella cárcel dorada, porque sufre de amores; habla con un rosal, un pájaro, el céfiro, un arroyuelo y una mariposa, comentando que no es feliz; en fin, una voz del cielo le dice que está herida de muerte, porque el sufrimiento mata. «Canción de la esclava» (pp. 81-83) son las evocaciones de una «bella sultana» que recuerda un encuentro con su amante. El esquema métrico 11- 7a 11- 7a y el exotismo del tema, subrayado por la introducción de alguna palabra extraña, da cierta musicalidad a este poema, de tono vagamente modernista: Como el pájaro vuela a su nido mi dueño volaba, hacia el ancho e inmenso desierto su jaike flotaba. A caballo, en su negro caballo, la vega cruzaba, y su imagen preciosa este río por siempre guardaba. […] Claro río, que guardas las flores de mí tan amadas, llévame donde fueron sus hojas tan puras y blancas. Que me vean morir libre y bella tus ondas templadas; y si vuelve, decidle vosotras que nunca fui esclava. De tema similar, aunque desde una perspectiva masculina, es «El cautivo» (pp. 97-100), composición de heptasílabos que presenta rima aguda en -á cada cuatro versos, quedando los demás sueltos. Un prisionero obtiene su libertad, pero en realidad no puede quedar libre porque ama a la sultana. La estructura del poema es circular; cito los versos iniciales y finales: Sultana, yo me alejo por siempre de tu lado, brilló para mí el día de dulce libertad. […] Sultana, yo me alejo por siempre de tu lado, y lloro por perdida mi dulce libertad. En «Dos amores» (pp. 189-91), romance endecha con rima á-a, el yo lírico se debate entre el amor a una «hermosa soberana», adornada con seda, oro y esmeraldas, y una «joven cautiva», también bella; al final, termina postrándose a los pies de esta como tributo a su desgracia. En fin, «Cantares» (pp. 193-94) son nueve coplillas, con rimas asonantes o consonantes en los pares, 7- 5a 7- 5a. Alguna de ellas tiene cierta gracia: «En el agua bendita / pone mi amada / sus deditos de rosa. / ¡Quién fuera agua!»; «Cuando te sigo, niña, / no es que te sigo, / es que voy por mi alma / que va contigo»[1]. -------------------------------------------------------------------------------- [1] Para más detalles remito a Carlos Mata Induráin, «Los Horizontes poéticos (1881) de Francisca Sarasate», Río Arga. Revista de poesía, 89, primer trimestre de 1999, pp. 22-27. Ver también Carlos Mata Induráin, «Francisca Sarasate y Navascués», en María del Juncal Campo Guinea y cols., Mujeres que la historia no nombró, Pamplona, Ayuntamiento de Pamplona-Área de Servicios Sociales y Mujer, 2005, pp. 141-142; y Carlos Mata Induráin, «Una escritora en el olvido: Francisca Sarasate y Navascués», Pregón Siglo XXI. Revista Navarra de Cultura, 31, Verano de 2008, pp. 26-29. Publicado en Escritores navarros, Francisca Sarasate Navascués, Historia literaria de Navarra, Literatura, Literatura española del siglo XIX, Poesía | Etiquetado Escritoras españolas, Escritoras navarras, Escritores navarros, Francisca Sarasate Navascués, Historia literaria de Navarra, Horizontes poéticos, Literatura, Literatura española siglo XIX, Literatura femenina, Poesía española del siglo XIX | | Deja un comentario ANTROPOFAGIA MAPUCHE VS. INGENIO ESPAÑOL EN «ARAUCO DOMADO» DE LOPE DE VEGA: PLANTEAMIENTO Posted on 12 12Europe/Madrid junio 12Europe/Madrid 2024 por insulabaranaria Responder El fenómeno de la antropofagia (ya sea de carácter ritual o bien debida a situaciones de hambruna) es fenómeno bien conocido y estudiado para América en general y para el territorio chileno en particular, tal como refieren numerosos historiadores y cronistas de época. Es, por otra parte, un tema que cuenta con abundante bibliografía[1]. Además de en las fuentes históricas, halló su reflejo también en la literatura y, en el caso concreto del teatro de Lope de Vega, aparece, con distintos tratamientos y funciones, en sus tres comedias de tema americano, El Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón, El Brasil restituido y Arauco domado. Así por ejemplo, al final del acto segundo de El Nuevo Mundo…, asistimos a este diálogo en el que Dulcanquellín, el jefe indio, le ordena a su criado que prepare un banquete humano: COLÓN ¿Habrá qué comer? DULCANQUELLÍN Sospecho que nos piden qué comer. PALCA Llevallos es menester a tu real tambo y techo. DULCANQUELLÍN Mata, Auté, cuatro criados de los más gordos que hallares; los pon en la mesa asados, y entre silvestres manjares[2]. Y en El Brasil restituido este parlamento de Machado pone de relieve que los indígenas americanos (aliados de los españoles contras los holandeses) están «enseñados a comer / carne humana» (vv. 1197-1198): MACHADO […] porque aquestos indios son de aquella cruel nación de quien hay cosas tan nuevas. A los indios del Brasil llamaron antropófagos, que entre estos montes y lagos vivieron vida gentil, y enseñados a comer carne humana, la ocasión de este holandés escuadrón los ha dado bien que hacer. Allí los he visto asar, allí, en jigote deshechos, pechos sepultar en pechos; pero no os quiero cansar con las venganzas de gente bárbara[3]. En esta ocasión me propongo estudiar la presencia del tema de la antropofagia en el «drama de hechos famosos» Arauco domado, analizando en particular el episodio del acto segundo en el que el soldado Rebolledo, que cumple las veces de gracioso, se libra de ser devorado por los indígenas araucanos merced a su ingenio (cuando lo van a devorar, los convence de que tiene una enfermedad contagiosa). A este respecto escribe Antonio F. Cao: > > En estas obras los graciosos destacan la antropofagia de los indios, lo que > > socava implícitamente la América utópica. Así, en el Arauco domado Rebolledo > > cae prisionero y conmina a sus captores araucanos a que le asen y le sirvan > > a Tucapel, pues como padece de una tremenda enfermedad —la escapatoria— > > seguramente al ingerirle éste le causaría la muerte. Mediante este ingenioso > > ardid, de acusada vis cómica, logra salvarse[4]. En efecto, en esta pieza las prácticas de canibalismo van a aparecer en ese episodio de la captura de Rebolledo, al que don García le encarga que haga uno de los turnos de vigilancia nocturna del campamento (ver los vv. 778-793), a lo que se compromete el soldado: «Seré en velar / un Argos» (vv. 786b-787a). Luego, cuando sea capturado por los araucanos, el guerrero Tucapel pedirá a sus hombres que lo asen para comérselo entero (expresión que cabe interpretar en sentido literal, o bien como una más de sus muchas bravatas[5]). En otro momento de la comedia se menciona que el destino de algunos españoles prisioneros es también el de ser asados. En efecto, don Alonso le comentará a don García que los araucanos están preparando en Cayocupil «una fiesta y borrachera / de las que suelen hacer» (vv. 2202-2203). Y explica a continuación: «Esta noche es la primera [de la fiesta]. / Hay instrumentos chilenos, / y españoles para asarse, / soldados, y aun de los buenos» (vv. 2206-2209). En la próxima entrada introduciré algunas reflexiones sobre la antropofagia en el territorio del sur de Chile y su reflejo en los textos de algunos cronistas e historiadores[6]. -------------------------------------------------------------------------------- [1] Ver William Arens, El mito del canibalismo. Antropología y antropofagia, México, D. F., Siglo XXI Editores, 1981; Osvaldo Silva Galdames, «El mito de los comedores de carne en América», Revista Chilena de Humanidades, 11, 1990, pp. 59-81; Ingrid Simson, «Caníbales y antropofagia en el teatro de Lope de Vega», en Actas del V Congreso de la Asociación Internacional Siglo de Oro, Münster 1999, ed. Christoph Strosetzki, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2001, pp. 1216-1225; A. Robert Lauer, «Representación del canibalismo en las obras teatrales del siglo áureo sobre la conquista de América», en Estudios de teatro español y novohispano, ed. Melchora Romanos, Ximena González y Florencia Calvo, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires / AITENSO, 2005, pp. 411-418; Carlos A. Jáuregui, Canibalia. Canibalismo, calibanismo, antropofagia cultural y consumo en América Latina, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2008; Luis Pancorbo, El banquete humano: una historia cultural del canibalismo, Madrid, Siglo XI de España Editores, 2008; Miguel Donoso, «Del rito al hambre: la antropofagia en dos crónicas chilenas del siglo XVI», Taller de Letras, Número especial 1 (Mundos trasatlánticos: trabajos y diversiones), 2012, pp. 51-61; Adolfo Chaparro Amaya, Pensar caníbal. Una perspectiva amerindia de la guerra, lo sagrado y la colonialidad, Buenos Aires / Madrid, Katz, 2013; Sonia Martínez Moreno, «Una revisión al imaginario europeo sobre la antropofagia y el canibalismo en la zona de frontera en América y Chile (siglos XVI-XVII)», Cuadernos de Historia Cultural. Revista de Estudios de Historia de la Cultura, Mentalidades, Económica y Social (Viña del Mar), 2, 2013, pp. 117-148; José Anadón, «Siglo XVII: antropofagia ritual mapuche», Anales de Literatura Chilena, 26, 2016, pp. 75-84, entre otros trabajos posibles. [2] Lope de Vega, El Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón, ed. Luigi Giuliani, en Comedias de Lope de Vega. Parte IV, 1-3, Lleida, Milenio, 2002vv. 2005-2012. En los versos primero y tercero de la cita prefiero editar «qué» con tilde («que» en las dos ocasiones en la edición de Luigiani). [3] Lope de Vega, El Brasil restituido, en Obras de Lope de Vega, Madrid, Atlas, tomo XXVIII, 1970 (BAE, CCXXXIII), p. 278 (son los vv. 1190-1206 de la edición digital de Rosa Durá Celma para ARTELOPE). [4] Antonio F. Cao, «Mitología, mito y desmitificación en las obras americanas de Lope de Vega», en Literatura hispánica, Reyes Católicos y Descubrimiento. Actas del Congreso Internacional sobre Literatura Hispánica en la época de los Reyes Católicos y el Descubrimiento, ed. Manuel Criado de Val, Barcelona, PPU, 1989, p. 490. [5] Sea como sea, esta escena está al servicio de la comicidad; recordemos que Rebolledo logra salvar la vida gracias a su ingenio, al convencer a los indios de que tiene una enfermedad contagiosa llamada… escapatoria. [6] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «“¿Qué nombre ha puesto la Fama / a esa enfermedad traidora?”. Antropofagia mapuche vs. ingenio español en Arauco domado de Lope de Vega», Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, 10.2, 2022, pp. 213-236. Publicado en Arauco, Barroco, Literatura, Lope de Vega, Teatro | Etiquetado Antropofagia, Araucanos, Arauco, Arauco domado, Canibalismo, Guerra de Arauco, Literatura del Siglo de Oro, Lope de Vega, Mapuche, Teatro del Siglo de Oro | Deja un comentario «ÁNGEL EN EL PAÍS DEL ÁGUILA» (1954) DE ÁNGEL MARTÍNEZ BAIGORRI: FINAL Posted on 7 07Europe/Madrid junio 07Europe/Madrid 2024 por insulabaranaria Responder Sin ser, ciertamente, la mejor obra poética del padre Ángel Martínez Baigorri, Ángel en el País del Águila[1], poemario publicado de forma exenta en 1954 en España, es un volumen de gran interés, en el que —como ha señalado la crítica de forma unánime— se advierte una profunda unidad de conjunto. Partiendo de una experiencia biográfica precisa (su estancia de un año y unos meses en los Estados Unidos para operarse del estómago y para la lenta convalecencia posterior), el sacerdote-poeta o poeta-sacerdote —los dos aspectos de su persona y magisterio van indisolublemente unidos— nos presenta la denodada lucha del Ángel (el espíritu) por insuflar vida nueva en el Águila (la materia), en una expresión lírica ya de madurez que alcanza además una honda profundidad filosófico-teológica, como pusiera de relieve el pionero estudio (1958) del padre Ellacuría. Al igual que sucede en otros poemarios suyos, como por ejemplo Río hasta el fin y Contigo sacerdote, aquí poesía, filosofía y teología marchan de la mano. En la primera sección del libro, «Ángel en el País del Águila», encontramos interesantes descripciones de algunas ciudades estadounidenses (en especial Nueva Orleans y Nueva York), junto con una serie de temas que van de la nostalgia de la infancia al recuerdo de España y Nicaragua, pasando por la evocación de la llegada a América de los primeros descubridores europeos. Todo ello reflejado en forma poética con la riqueza de metáforas, imágenes y símbolos habitual en la poesía de Martínez Baigorri (destacan, entre los símbolos, el Ángel y el Águila, el Río y el Mar, la Rosa, el Sol, etc.). En la segunda parte, «Fin provisional y descansos», el yo lírico-Ángel, en su convalecencia en el Ranchito de San José —el Ranchito de las Nubes, como se le denomina— de Isleta College (seminario jesuita cercano a El Paso, Texas), la materia poética, expresada en un adelgazado estilo conceptista, se convierte en esperanzado canto del encuentro del ser humano con Dios, con un enfoque y una mirada plenamente trascendentes[2]: en el último poema —que no figura en la edición original de 1954, sino que es añadido en Poesías completas I— el Ángel se despide de la ciudad de «Nueva York en Gracia» y, saliendo ya de las coordenadas puramente temporales, queda convertido en «Ángel Sin Tiempo»[3]. -------------------------------------------------------------------------------- [1] He citado por Ángel en el País del Águila, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1954, pero teniendo a la vista la edición de Emilio del Ríoen Poesías completas I, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1999, donde el poemario ocupa las pp. 589-649. [2] «Es evidente que estamos ante una poesía transcendente en el más estricto y, a la vez, amplio sentido; nada de miniaturas ni pequeñeces, nada de frivolidades y distracciones, sino verdad sincera, honda y desnuda; profundización en lo que el hombre es; llamada y testimonio a la plenitud de vida» (Ignacio Ellacuría, «Ángel Martínez, poeta esencial», en Escritos filosóficos I, San Salvador, UCA Editores, 1996, p. 188). [3] Remito para más detalles a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «Una aproximación al poemario Ángel en el País del Águila (1954) de Ángel Martínez Baigorri: génesis, estructura y temas», Príncipe de Viana, año 83, núm. 282, enero-abril de 2022, pp. 107-145. Publicado en Ángel Martínez Baigorri, Cultura jesuítica, Escritores navarros, Historia literaria de Navarra, Literatura, Literatura española del siglo XX, Literatura hispanoamericana | Etiquetado Ángel Martínez Baigorri, Cultura Jesuítica, Escritores navarros, Historia literaria de Navarra, Jesuitas, Literatura española del siglo XX, Literatura nicaragüense, Poesía española del siglo XX, Poesía española siglo XX, Poesía nicaragüense, Poesía y etiquetada Ángel en el País del Águila | Deja un comentario «ÁNGEL EN EL PAÍS DEL ÁGUILA» (1954) DE ÁNGEL MARTÍNEZ BAIGORRI: TEMAS (Y 6) Posted on 5 05Europe/Madrid noviembre 05Europe/Madrid 2023 por insulabaranaria Responder El último tema que examino en el poemario de Ángel Martínez Baigorri es el de la eternidad y la trascendencia, es decir, el deseado y buscado encuentro con Dios. Mucho es lo que se podría escribir sobre esta cuestión, que permea todos los poemas de la segunda sección de Ángel en el País del Águila[1], «Fin provisional y descansos», pero que ya está claramente anunciado en el último poema, el 16, sin título, de la sección anterior, en el que se predica la necesidad de que no haya espacio ni tiempo «porque el Águila triunfe y viva el Ángel» (p. 61). Dice así, en efecto, con bellísima formulación en los versos finales: > Sin espacio ni tiempo. > > La eternidad completa en mis pupilas > encierra lo distante en lo cercano > con un amor de fiera, águila y ángel, > que es todo en mí para que todo exista > —como lo estoy diciendo—, > que es que yo sea. > > No importa lo que digan. > Esto es todo, > como el amor, la muerte, > el sueño entero, > realidad vivida y nuevo canto. > > Porque siempre seré en todo completo > y todo entre mis brazos, como un nido > caliente, como un pecho. Con el águila > dentro y con mis estrellas encendidas > en la llama invisible > del Sol ángel ardiendo que la informa. > > Todo es porque yo sea, > porque mis brazos tienen la largura > de los dedos de Dios, > y tengo el corazón —Su Corazón— entre > mis brazos[2]. Para la consideración de esta cuestión resulta esencial el trabajo de Ellacuría de 1958, que analiza profunda e impecablemente este tema abordado por el poeta-sacerdote: «En su última intención, la poesía del P. Ángel está enfocada hacia el enigma del hombre y su destino dentro de una visión filosófica —por lo rigurosa y profunda—, teológica —por lo definitiva y refulgente»[3]. Ahora no puedo detenerme más en este aspecto —que, por otra parte, ya nos ha ido apareciendo en las entradas anteriores—, así que me limitaré a recordar lo dicho por Paasche: > Seguimos el viaje por el País del Águila pero lo importante es ahora que este > viaje, como el viaje por el río San Juan, ha cambiado de carácter, y aunque > seguimos pasando por lugares, ríos, trenes, ciudades de los EE. UU., vamos > ahora en el viaje hacia la eternidad. Todos los temas son el mismo tema, el de > la relación el hombre con Dios[4]. Y terminaré citando estas reflexiones del padre Bertrán: > El enfoque que abarca toda su obra, su concepción, por tanto, […] son > teocéntricos. Pero no con la aparente mutilación de humanidad que alguna mente > limitada podría dar al adjetivo de referencia divina. El conocimiento y la > vivencia, la vivencia sobre todo de la teología, le conceden esa jugosa y > segura concepción que invade toso su pensar; «Sólo lo que hay en mí de Dios no > es tiempo», nos dijo antes. De tan hondo, su sentido religioso no necesita —lo > evita— moralizar ni predicar. Su inspiración brota de manantial divino, y al > engrandecerla, la devuelve a su origen. Es éste, arte más radical, más > esencialmente católico. Arte, en Ángel, de amplísimos registros, que van desde > la súplica de la indigencia y de la angustia al goce de la esperanza y de la > posesión: «No hay sino dar un grito con tu nombre / gozo lleno de saber que > existes.» al deslumbramiento de la presencia divina que es palpitación de la > inteligencia y en la fe del poeta, llama callada, pero ardiente, en su > corazón. […] Gusta el poeta de vivir fuera de la órbita temporal y de firmar > Ángel sin tiempo. Su poesía rebasa los límites de lo íntimo, de lo social y > hasta de lo internacional humano por su dilatación que le inserta en > inmensidades cósmicas[5]. -------------------------------------------------------------------------------- [1] Citaré por Ángel en el País del Águila, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1954, pero teniendo a la vista la edición de Emilio del Ríoen Poesías completas I, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1999, donde el poemario ocupa las pp. 589-649. [2] Estos dos versos con diferente distribución en Poesías completas I, repartidos en tres renglones. [3] Ignacio Ellacuría, «Ángel Martínez, poeta esencial», en Escritos filosóficos I, San Salvador, UCA Editores, 1996, p. 142; ver también las pp. 184-185, donde habla de «la profunda unidad con que vive el P. Ángel su misión de hombre y de poeta con su misión de cristiano y de sacerdote». [4] Rosamaría Paasche, Ángel Martínez Baigorri, místico conceptista, Pamplona, Gobierno de Navarra (Departamento de Educación y Cultura), 1991, p. 143. [5] Juan Bautista Bertrán, «Intento de un camino», en Ángel Martínez Baigorri, Ángel poseído, Barcelona, Ediciones 29, 1978, pp. 22-24. Remito para más detalles a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «Una aproximación al poemario Ángel en el País del Águila (1954) de Ángel Martínez Baigorri: génesis, estructura y temas», Príncipe de Viana, año 83, núm. 282, enero-abril de 2022, pp. 107-145. Publicado en Ángel Martínez Baigorri, Cultura jesuítica, Escritores navarros, Historia literaria de Navarra, Literatura, Literatura española del siglo XX, Literatura hispanoamericana, Literatura y religión, Poesía | Etiquetado Ángel en el País del Águila, Ángel Martínez Baigorri, Escritores navarros, Historia literaria de Navarra, Literatura nicaragüense, Poesía española del siglo XX, Poesía nicaragüense | Deja un comentario LA NOVELA, UN GÉNERO DESPRESTIGIADO EN EL SIGLO XVIII Posted on 23 23Europe/Madrid agosto 23Europe/Madrid 2023 por insulabaranaria Responder Tenemos que la novela apenas se ha cultivado en España durante el siglo XVIII. Pero hay más; ocurre que la novela es un género literariamente desprestigiado. En primer lugar, no posee existencia independiente, pues los tratadistas la incluyen, junto con la epopeya, como un subtipo dentro de la épica[1]. De esta forma, la novela puede tener, como mucho, la consideración de poema en prosa[2]: Luzán, por ejemplo, habla en su Poética de poema épico, pero no de novela. Además, su importancia dentro de la Literatura es baladí; se trata de un género frívolo (salvo que encierre una enseñanza moral), sin valor artístico alguno, frente a la lírica o el drama, dado que solo se consideran literarias aquellas piezas escritas en verso. La prosa debía quedar reservada únicamente para la oratoria, la didáctica y géneros similares, no para relatos novelescos que dejen volar la fantasía[3]. Y no solo olvidan la novela los tratadistas; las revistas literarias del momento tampoco la mencionan apenas[4]. Además del desprestigio literario, también desde el punto de vista moral la novela está mal vista. Se trata de un género dañino, altamente perjudicial para la juventud, casi inmoral, porque puede despertar tendencias evasivas y pasionales. Si a ello añadimos las posibilidades de la novela como vehículo portador de ciertas ideas contrarias al poder establecido, fácilmente se comprenderá el establecimiento de la censura durante los períodos absolutistas del reinado de Fernando VII. -------------------------------------------------------------------------------- [1] Así fue considera por la escuela romántica alemana; de hecho, Lessing llamó a la novela «epopeya bastardeada». [2] Ni siquiera sus propios cultivadores tienen conciencia de que la novela constituya un género aparte. Son claras al respecto las palabras de Valladares de Sotomayor en el prólogo a su Leandra (1797), que recoge Juan Ignacio Ferreras, Los orígenes de la novela decimonónica (1800-1830), Madrid, Taurus, 1973, p. 94: «La Novela tiene sus apasionados y sus rivales. Unos la celebran y otros la desprecian. Los primeros la comparan con el Poema Épico, y los segundos la miran como una cosa frívola. ¿Pero quién duda que el plan, extensión y objeto de los dos son iguales? […] En efecto, no hay más diferencia entre la Novela y el Poema, que ser éste en verso y aquélla en prosa». [3] Sin embargo, la literatura imaginativa también tendrá sus defensores. Veamos por ejemplo estas palabras de Blanco White, a mediados de 1824, en el New Monthly Magazine: «En esas creaciones de la imaginación consiste la parte más sublime y peculiar de la poesía. Sin ellas no puede existir el género novelesco o romántico que, ya sea en verso, ya en prosa, es el verdadero manantial y la única mina de que la poesía moderna ha sacado y ha de sacar sus mejores y más atractivos adornos». Tomo la cita de Vicente Llorens, El Romanticismo español, Madrid, Castalia, 1989, p. 39. Una consideración de la novela como símbolo romántico puede verse en la «Introducción» de Antonio Prieto a Gil y Carrasco, El señor de Bembibre, Madrid, EMESA, 1974. [4] «De un modo general, todas las publicaciones anotadas no se ocupan o se ocupan muy poco de novela; su única preocupación literaria, cuando existe, es la poesía y el teatro; ante la novela adoptan una posición ambigua que podría definirse así: la novela no existe, la novela ha de ser útil, la novela ha de ser moral. Todas las revistas citadas, con muy pocas excepciones, critican duramente a los traductores y a las traducciones de novelas», escribe Juan Ignacio Ferreras, Los orígenes de la novela decimonónica (1800-1830), Madrid, Taurus, 1973, p. 70. Publicado en Literatura, Literatura española del siglo XVIII, Narrativa | Etiquetado Literatura española del siglo XVIII, Narrativa, Narrativa española del siglo XVIII, Novela | Deja un comentario «ÁNGEL EN EL PAÍS DEL ÁGUILA» (1954) DE ÁNGEL MARTÍNEZ BAIGORRI: TEMAS (5) Posted on 12 12Europe/Madrid agosto 12Europe/Madrid 2023 por insulabaranaria Responder Otro tema presente en el poemario[1] es la nostalgia de España, de la infancia y de la madre, más el recuerdo de Nicaragua. Aparece en contadas ocasiones, pero las ocurrencias son significativas, alcanzando un alto valor emocional. Así en el poema 3, «Ya en ti resucitado / para aprender tu nombre» (pp. 23-24), cuando el Ángel pasea —vuela— por Nueva Orleans se refiere al Barrio Francés, apostillando que «en español [es] más mío» (p. 23). Es decir, ese Barrio Francés le trae al recuerdo más bien su añorada y lejana España: > Por el Barrio Francés, tan tuyo y mío, > viene a besarme España en tus recuerdos; > en tu gloria de ayer, resucitado, > sobre la noche en calma canta mi pensamiento > el canto de tus pájaros perdidos, > himno de otoño al cielo, > en el alba de aquella primavera > que en la nave de España llegó aquí sonriendo (p. 24). Y los recuerdos de Madrid se cuelan en el poema 11, «II: Dondequiera te quiero». En esta composición evoca al poeta amigo Carlos Martínez Rivas, que se halla geográficamente lejos, en España, pero siempre cercano en el corazón («Carlos, ya te he mirado en todas partes», p. 50); y tanto es así que distintos espacios de la Nueva Orleans que recorre le traen a la memoria otros lugares “equivalentes” de la capital de España: > Toda Nueva Orleans sabe de tus miradas. > Las mías en Madrid vagan perdidas > del Prado[2] a la Moncloa, > de San Andrés al barrio de Vallecas. > Contigo, a pleno vuelo, por el aire, > voy al cielo en el Metropolitano. > > Este tranvía suena a hierros rotos. > Pero esta ola de frío a pleno sol > casi del Trópico, > con cielo todo azul, tan madrileño, > me sitúa contigo. > > Y ya no voy al Stadium > del City Park; voy al Parque del Oeste (pp. 50-51). Carlos Martínez Rivas. Una breve alusión a su madre la hallamos en el poema 7: «—retrato de mi madre, / mi nombre repetido / por los que sólo saben pronunciarlo—» (p. 36). La idea de la fuerza afectiva de la acción nominativa la encontramos reiterada en el poema «Descanso en el tren», cuando el yo lírico recuerda cuál es su nombre de pila —aquí, pues, encontramos plenamente identificados el yo lírico-Ángel en el País del Águila y el Ángel Martínez Baigorri, hombre, sacerdote y poeta de carne y hueso—: > Mi nombre es Ángel, > pero tampoco yo sé todavía, > o ya, mi nombre entero (p. 83). Por otra parte, en el poema 12, la contemplación de la nieve suscita en el yo lírico el recuerdo de su «incurable infancia»: > ¡Oh silenciosa nieve de mis sueños > de niño! Fría y triste de uniforme > virginidad de nieve > de mi incurable infancia (p. 52). En fin, en el poema «Descanso en el tren» (pp. 80-83), encontramos unidas ambas nostalgias, la de la madre y la de la niñez. A partir de una circunstancia concreta —el Ángel lírico contempla a un niño jugando en un tren—, eleva el pensamiento jugando con la oposición niño / niño interior: > El niño que no sabe > y mi niño interior que no se acuerda > de que también fue niño. > > Este niño incansable > que a todos ama y que con todos juega, > que pasa de uno a otro > para que todos le acaricien y le digan > cosas raras que él[3] no puede entender y le hacen > por lo mismo reír, reír con tanta gracia. > Este niño de ayer que soy yo mismo… > > Que a todos ama y que por todos pasa > y que siempre en el término > de su correr encuentra, > para el reposo abiertos, > incansables, como él, los brazos de su madre (p. 82). Por lo que toca a la evocación nostálgica de Nicaragua, está presente en el poema 1 de la primera sección poética, «Ángel en el País del Águila», donde encontramos estos versos (es el cierre de la composición): > Una mañana suave, > de sol fluorescente entre el verdor de las hojas > y aire acondicionado. > El principio del paso de estío, > anuncio de la vida que se duerme > —de mi vida que nace—: > > libre de la mecánica, de la prisión de un fólder > gigante y con un índice de nombres > muertos, la vida vive y se abre a un cielo > lleno de alas y azul que no se oye. > > Porque cuando bajamos, > ¡oh tortura saber de dónde nace el viento! > Porque cuando subimos, > ¡oh delicia del cielo libre para las alas, > con luz y sin anuncios de colores! > > Desde el País del Águila, > allí mi vida espera > libre de automatismos de esta vida. > > Y Nicaragua, quieta como el cielo, > con luz que es sólo anuncio de otras luces (pp. 16-17)[4]. La otra referencia destacada[5] a aquel país que cantaba en él —en Martínez Baigorri— se localiza en este pasaje del apartado «Tú no pasarás nunca», del poema «Bodas de Oro en el filosofado (Isleta College)», en el que se mencionan varios lugares ligados a su biografía: > Y así eres tú en el paso que no pasará nunca. > Porque de lo que pasa por El Paso > tomas siempre lo eterno[6]. > ¿Y lo que dejas? > ¡Qué carrera inviolada! > ¡Qué rastro de luz suave! > Por tu paso, los nombres > de Alsacia, Francia, España, México, Norteamérica, > tienen una luz nueva… > > ¿Y Nicaragua? > Yo le he oído a un lago decir allí tu nombre, > y he visto en una ceiba tu retrato > inflamado de aurora (p. 110). Pasaje en el que el país centroamericano queda aludido por dos realidades frecuentemente evocadas en la poesía del padre Ángel: el Lago Cocibolca o Gran Lago de Nicaragua, a cuyas orillas, en la ciudad de Granada, está situado el colegio «Centroamérica», donde él enseñaba literatura; y el árbol de la ceiba, cantado por ejemplo en el soneto que comienza «Ceiba, dominadora del paisaje: / Primera luz que es vida de la aurora, / Primera voz del alma al sol sonora / Vibrando con el viento en tu ramaje»[7], o en el titulado «Clara forma»[8]. -------------------------------------------------------------------------------- [1] Citaré por Ángel en el País del Águila, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1954, pero teniendo a la vista la edición de Emilio del Río en Poesías completas I, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1999, donde el poemario ocupa las pp. 589-649. [2] En Poesías completas I «Prado». Tanto «Pardo» como «Prado» son topónimos madrileños y, por tanto, serían lecturas igualmente válidas. [3] En Poesías completas I se lee «quél». [4] Como menciona Rosamaría Paasche, en una cita aducida más por extenso anteriormente, el Ángel «resalta la inocencia de Nicaragua todavía no contaminada por el artificio» (Ángel Martínez Baigorri, místico conceptista, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1991, pp. 139-140). [5] Una alusión más puntual a la capital de Nicaragua la encontramos en el poema «Walk», del apartado «Descansos (También provisionales)»: «¿Qué importa / —ya en Managua o hacia El Paso— / si el camino hacia abajo es hacia arriba / y es su término igual siempre distinto?» (p. 77). [6] En todo el tramo final del poemario se reiteran estos juegos de derivación con paso, pasar, etc., unidos al topónimo texano de El Paso. El ejemplo extremo de este estilo ingenioso, verdadero alarde conceptista, es este pasaje de «Tú no pasarás nunca»: «Si existe El Paso —una ciudad: EL PASO—, / sólo es El Paso por lo que ha pasado, / sin pasar, por El Paso: / Lo que pasó hizo a El Paso en lo que queda, / y así es El Paso por lo que ha quedado / en el paso de todo por El Paso. // Y ése eres tú, que no pasarás nunca, / porque todo, al pasar por ti, ha dejado en ti / la eternidad de todo lo que pasa: / Todo en tu vida fue paso hacia el paso / que no ha de pasar nunca» (p. 108). Ese «Paso que no pasa» es, claro está, un paso trascendente, el del encuentro con Dios para la vida eterna. Con relación al estilo de esta parte del poemario, Ellacuría matiza certeramente: «Versos que encierran tan perfecto y claro sentido pueden ser difíciles por su penetración filosófica, por su densidad y exactitud, pero no son oscuros ni confusos» («Ángel Martínez, poeta esencial», en Escritos filosóficos I, San Salvador, UCA Editores, 1996, p. 173). Ver también las pp. 174-176 para su comentario de este «estilo intelectual y esencialista», completado con esta otra declaración: «Esto no quiere decir que todas sus páginas reciban un idéntico tratamiento intelectual, sin una flor ni una sonrisa. Su poesía tiene sentidos remansos de ternura, de suave emoción: cuenta con fulgurantes imágenes originalísimas y poderosas, con expresiones perfectamente acabadas y asequibles al gusto de todos» (p. 177). [7] Sonetos irreparables, México, D. F., A. Finisterre Editor, 1964, p. 49. [8] Sonetos irreparables, p. 80. Remito para más detalles a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «Una aproximación al poemario Ángel en el País del Águila (1954) de Ángel Martínez Baigorri: génesis, estructura y temas», Príncipe de Viana, año 83, núm. 282, enero-abril de 2022, pp. 107-145. Publicado en Ángel Martínez Baigorri, Cultura jesuítica, Escritores navarros, Historia literaria de Navarra, Literatura, Literatura española del siglo XX, Poesía | Etiquetado Ángel en el País del Águila, Ángel Martínez Baigorri, Carlos Martínez Rivas, Cultura Jesuítica, Escritores navarros, Historia literaria de Navarra, Literatura, Literatura española siglo XX, Literatura nicaragüense, Nueva Orleans, Poesía | Deja un comentario HISTORIA LITERARIA DE NAVARRA EN EL SIGLO XV: INTRODUCCIÓN Posted on 7 07Europe/Madrid agosto 07Europe/Madrid 2023 por insulabaranaria Responder Podemos considerar el siglo XV como un periodo de transición entre la Edad Media y el Renacimiento, dominado ya por las corrientes humanistas de origen italiano. Durante el reinado de los Reyes Católicos se va a conseguir la unidad de los distintos reinos y territorios hispánicos; recordemos la fecha clave de 1492: conquista del reino nazarí de Granada, descubrimiento de América, expulsión de los judíos y publicación de la Gramática de Nebrija. ¿Cuál es la situación del reino de Navarra, que logrará mantener su independencia hasta 1512? En Navarra, tras el reinado de Carlos III (1397-1425), verdadero remanso de paz y prosperidad, llega una época conflictiva: asistimos a la división del reino, que se desangra en cruentas guerras de bandería, en el contexto de las luchas entre Carlos, príncipe de Viana, y su padre Juan II de Aragón, quien usurpa el trono de Navarra que por legítimo derecho corresponde a su hijo. A la rivalidad política han de unirse las luchas nobiliarias, motivadas en buena medida por conflictos e intereses económicos. Los navarros se dividen en beamonteses y agramonteses, y se hacen famosos algunos caudillos como el conde de Lerín o mosén Pierres de Peralta. Esta situación de crisis y división interna hace que Navarra se convierta en un bocado apetitoso: rodeado por poderosos vecinos, podía terminar siendo absorbida bien por Francia, territorio con el que la vinculaban las últimas dinastías reinantes, bien por Castilla o Aragón, reinos con los que había mantenido a lo largo de la historia importantes relaciones (la geografía, con la barrera de los Pirineos separando a Navarra de Francia, parecía favorecer la unión con el resto de los reinos hispánicos). Todos estos procesos culminan con la pérdida de la independencia del reino de Navarra (conquista castellana en 1512; anexión a la Corona de Castilla en 1515). Los sucesivos intentos de recuperación del reino por parte de sus legítimos poseedores, los reyes privativos de Navarra, los Albret o Labrit, resultarían infructuosos. Todo esto nos da pie para comentar algunas consideraciones culturales. A partir de ahora el castellano va a ser el vehículo privilegiado para la expresión literaria: por un lado, el romance navarro había conocido un profundo proceso de castellanización, hasta el punto de terminar identificándose ambos idiomas, y ya no se puede hablar de un romance navarro con rasgos diferenciales. Esta pujanza del castellano no afecta solo al territorio navarro: su influencia se extiende por todo el ámbito peninsular y, desde 1492, americano (recuérdese la famosa frase de Nebrija, indicando que siempre la lengua fue compañera del Imperio). El vascuence sigue siendo el idioma mayoritariamente hablado por el pueblo en algunos territorios (lo seguirá siendo hasta bien entrado el siglo XIX), pero se trata de un idioma con escasa consideración social y todavía no ha llegado a convertirse en vehículo de cultura (no, al menos, de cultura escrita). Por otra parte, han desaparecido ya (han sido asimiladas o quedan reducidas a la mínima expresión) aquellas minorías lingüísticas que veíamos en la Edad Media (poblaciones que empleaban el occitano, el árabe o el hebreo) y, por tanto, apenas hay ya aportaciones significativas de estas lenguas en el terreno de la literatura. Un hecho clave para la difusión de la cultura que se produce en el siglo XV es la invención de la imprenta, que va a permitir la difusión de cientos de ejemplares de las obras que antes solo podían circular en número muy reducido a través de copias manuscritas. La imprenta va a permitir que se conozcan los textos de los grandes clásicos griegos y latinos, que ahora se difunden merced a las investigaciones de los humanistas del Renacimiento (recuérdense los famosos elogios que, ya en el siglo XVII, dedicarán Lope de Vega y Quevedo a la imprenta y los libros). Encontramos libros impresos en Navarra desde fecha bastante temprana: así, habrá imprentas funcionando en Pamplona, Estella y Tudela, por lo menos. Se ha generado cierta discusión sobre cuál sería el primer incunable navarro: se habla del Manuale secundum consuetudinem ecclesiae pampilonensis, salido de las prensas del taller de Arnaldo (o Arnao) Guillén de Brocar (o Brocario) en 1490, libro del que existen detalladas descripciones, pero del que hasta hace pocos años no se conocían ejemplares. Tradicionalmente la primera noticia que se tuvo de una obra impresa en Pamplona, por el citado Arnaldo Guillermo Brocario, fue relativa a tres libros del fraile Pedro de Castrovol en el año 1489 (con nuevas ediciones en 1492 y 1496). De hacia los mismos años es una gramática del bajonavarro Esteban de Masparrautha, titulada Regulae (1492), el Epílogo en medicina y cirugía (1495) y la denominada Dieta Salutis (1497). Sea como sea, hay que destacar la actividad de humanistas e impresores en Navarra desde fechas muy tempranas. Para estas cuestiones puede consultarse el libro La imprenta en Navarra. V Centenario de la imprenta en España (Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 1974) y, por supuesto, el primero de los nueve volúmenes de la monumental obra de Antonio Pérez Goyena Ensayo de bibliografía navarra. Desde la creación de la imprenta en Pamplona hasta el año 1910 (Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 1947-1964)[1]. -------------------------------------------------------------------------------- [1] Para más detalles remito a Carlos Mata Induráin, Navarra. Literatura, Pamplona, Gobierno de Navarra (Departamento de Cultura y Turismo-Institución Príncipe de Viana), 2004. Publicado en Escritores navarros, Historia literaria de Navarra, Literatura | Etiquetado Escritores navarros, Historia literaria de Navarra, Humanismo, Siglo XV | Deja un comentario «ÁNGEL EN EL PAÍS DEL ÁGUILA» (1954) DE ÁNGEL MARTÍNEZ BAIGORRI: TEMAS (4) Posted on 31 31Europe/Madrid julio 31Europe/Madrid 2023 por insulabaranaria Responder Otro tema presente en el poemario[1] es la evocación de los descubridores de América. Hemos visto que, en el poema 4 de la primera sección, los paseos del Ángel —sus vuelos, habría que decir más bien— por la ciudad de Nueva Orleans introducían el tema de los descubridores europeos, que llegaron por el mar (el océano Atlántico) al río (el Misisipi, que los españoles llamaron río del Espíritu Santo, el cual desemboca en el golfo de México, cerca de Nueva Orleans, a unos 160 km de la ciudad). Pero esa idea ya quedaba anticipada en el poema anterior, el 3, «Ya en ti resucitado / para aprender tu nombre» (pp. 23-24): > Mi retorno en tus calles > a don Fernando Soto: > por la Doncella de Orleans, bajando, > me encuentro, nuevo y viejo, el mismo en otro. > Ya en ti, Nueva Orleans, resucitado (p. 23). Debemos recordar que, mucho antes de que los franceses llegaran a esta zona y crearan la colonia de Nueva Francia, los españoles ya habían explorado el río Misisipi y su extensísima cuenca desde La Florida (de hecho, el adelantado extremeño don Hernando de Soto —1500-1542— tomó posesión de la cuenca del Misisipi para la Monarquía Hispánica el año de 1538[2]). Como certeramente escribe Paasche, > la función del ángel-poeta va a ser justamente esa, crear de nuevo. Y lo va a > hacer redescubriendo a los descubridores de esta América que, como él, > llegaron por el mar al río. Y al redescubrirlos, al sentirse uno con ellos, va > una vez más a volver a sus antiguas verdades, porque como ha dicho antes, > «Todo es hoy nuevo de tan conocido» (p. 1.268) y así el río de ahora, no > importa cuál sea, es otra vez el Río. Y al mar vamos «buscando el nacimiento > de la gloria primera del Río porque somos» (p. 1.272)[3]. Estas ideas tienen continuidad poética en el poema 9, «El mar… “abrazo líquido”» (pp. 42-43), cuando por encima de los estridentes ruidos del tranvía el yo lírico-Ángel oye el mar —ya lo vimos— y evoca a «los que descubrieron estas tierras» (p. 42, referencia que establece un nuevo enlace o “puente” entre composiciones): > El mar hallado > por los que descubrieron estas tierras > en que nunca pensaron y en que soñaba siempre > su mirada serena de ojos alucinados. > > Los que mirando al cielo le dieron vuelta > al Orbe[4], > los que expresaron clara la palabra > del mundo, > su palabra redonda… > > Hasta entonces no se descubrió el mar. > > El mar se descubrió mirando al cielo > camino de estas tierras. > Y el mar fue, bajo el cielo, su palabra > extendida (pp. 42-43). Y sigue evocando no el «mar separado», sino «el mar, abrazo líquido del mundo, / infinidad de Dios en que navegan / sobre el cuerpo las almas, / el eterno presente / de su mirada azul de firmamento» (p. 43). Así pues, del mar ‘océano’ pasamos al Mar —con simbólica mayúscula— que es ‘la divinidad’, «la Infinidad de Dios» (p. 43). Y añade la voz lírica: > Somos del mar por los que nos hallaron. > > Ríos largos del mar, venas azules > en el cuerpo de América, abrazada > por un sueño celeste de los siglos > sobre su realidad de milagro despierto. > > Somos del mar por los que la encontraron. > > Y al mar vamos buscando el nacimiento > de la gloria primera del Río por que somos. > > Y el mar es ya un amor que todo lo une (pp. 43-44). Y el poema acaba así, aludiendo a la doble denominación Río del Espíritu Santo / Mississippí y emparejando los nombres —las realidades— de «América y España»: > —¿Cuál es el Río del Espíritu Santo? > > —Me tienta el Mississipí[5] > con su boca azul de agua. > > Quisiera hundirme en él y nadar, solo, > hasta su nacimiento > de montañas y siglos; > ser el conquistador en él de mi alma > descubierta > y llegar hasta el mar después con su > corriente, > para mandar en ella una invisible, in-[6] > mensa ola, > que descubra a las tierras que se olvidan > de que fueron un día descubiertas > el alma de la Tierra de sus descubridores: > > América y España, el mundo entero > sobre el vuelo de un sueño conquistado: > > —¡El Águila y el Ángel! (pp. 45-46)[7]. -------------------------------------------------------------------------------- [1] Citaré por Ángel en el País del Águila, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1954, pero teniendo a la vista la edición de Emilio del Ríoen Poesías completas I, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1999, donde el poemario ocupa las pp. 589-649. [2] El callejero de Nueva Orleans, los nombres de sus calles, sirven para introducir la referencia histórica, no solo al explorador y conquistador Hernando de Soto, sino también a Juana de Arco (c. 1412-1431), conocida como «la Doncella de Orleans» («La Pucelle d’Orléans», en francés). [3] Rosamaría Paasche, Ángel Martínez Baigorri, místico conceptista, Pamplona, Gobierno de Navarra (Departamento de Educación y Cultura), 1991, p. 141. [4] Editado con minúscula, «orbe», en Poesías completas I. [5] Con esta grafía (las dos veces con ss, pero con una sola p, y con tilde en la í final) en la edición original de 1954; en Poesías completas I se escribe «Mississippi». [6] Mantengo este encabalgamiento silábico del texto de 1954, que me parece tiene intencionalidad estilística; en Poesías completas I se transcribe «Para mandar en ella una invisible, inmensa ola» como un solo verso. [7] Remito para más detalles a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «Una aproximación al poemario Ángel en el País del Águila (1954) de Ángel Martínez Baigorri: génesis, estructura y temas», Príncipe de Viana, año 83, núm. 282, enero-abril de 2022, pp. 107-145. Publicado en Ángel Martínez Baigorri, Cultura jesuítica, Escritores navarros, Historia literaria de Navarra, Literatura, Literatura española del siglo XX, Poesía | Etiquetado Ángel en el País del Águila, Ángel Martínez Baigorri, Escritores navarros, Historia literaria de Navarra, Jesuitas, Literatura nicaragüense, New Orleans, New York, Nueva Orleans, Nueva York, Poesía española del siglo XX, Poesía española siglo XX, Poesía nicaragüense | Deja un comentario HISTORIA LITERARIA DE NAVARRA EN LA EDAD MEDIA: OBRAS JURÍDICAS E HISTÓRICAS Posted on 14 14Europe/Madrid julio 14Europe/Madrid 2023 por insulabaranaria Responder Las obras legislativas[1] escapan al terreno de la estricta literatura, aunque a veces incorporen determinados pasajes o elementos con valor literario (piénsese, por ejemplo, en los exempla contenidos en el Fuero general de Navarra, especie de apólogos, patrañas o cuentecillos a la manera de los de El conde Lucanor de don Juan Manuel). Recordaré brevemente los títulos de algunas de estas obras, comenzando por el Liber Regum, escrito en romance navarro hacia el año 1200, que forma parte del códice llamado Cronicón Villarense. El Fuero de Estella, los Fueros de la Novenera, el Fuero extenso de Tudela, el Fuero general de Navarra (recopilado al llegar al trono Teobaldo I, «rey de extraña lengua y nación»), de mediados del siglo XIII, del que destacan sus apólogos o exemplos. En fin, Felipe de Navarra, que vivió en el siglo XIII, es autor de otro libro con recopilaciones legales: Libro de Felipe de Navarra; y al siglo XIV corresponde la figura del pensador villavés Pedro de Atarrabia[2]. En el terreno de la historiografía, debemos mencionar a don Rodrigo Ximénez de Rada (Puente la Reina, ¿1170?-Vienne, Francia, 1247). Fue arzobispo de Toledo, alma de la memorable batalla de las Navas de Tolosa y un destacado cronista, hasta el punto de haber sido calificado como «padre de la Historia de España». Es autor de Rerum in Hispania gestarum libri IX o Historia Gothica (que abarca hasta el año 1243, y también se conoce como De rebus Hispaniae), el Breviarum Ecclesiae Catholicae (una historia eclesiástica) y una Historia Arabum. Otro historiador navarro, ya del siglo XIV, es fray García de Eugui, que fue obispo de Bayona y confesor de Carlos III el Noble. Escribió una Corónica de los fechos subcedidos en España dende sus primeros señores fasta el rey Alfonso XI. En fin, podríamos aludir en este apartado a Los Diez Mandamientos, que sería la erudita obra de un anónimo religioso navarro de principios del siglo XIII. Escribe Zalba a este respecto: > Casi al mismo tiempo que en Castilla aparece el romance en Navarra, si bien no > se usa sino en los documentos oficiales y en las obras escritas por monjes u > obispos; y antes de que los reyes de Castilla San Fernando y su hijo Alfonso > el Sabio ordenaran el uso oficial del romance, aparece la obra titulada Los > Diez Mandamientos, una de las primeras muestras de la prosa erudita, debida a > la pluma de un religioso navarro, cuyo nombre se ignora, a principios del > siglo XIII[3]. Pasando al terreno de la literatura religiosa, podríamos recordar el libro editado por González Ollé en 1995 Sermones navarros medievales. Una colección manuscrita de la Catedral de Pamplona. Incluye este trabajo, que es edición parcial de ese sermonario, los titulados «In die Ascensionis», «In die santo Pentecostes», «Dominica XIII», «Sancti Laurencii sermo» y «San Martín». Destaca su editor que estos textos son interesantes por la escasa atención prestada al estudio de la oratoria sagrada en España durante la Edad Media; pero también por otra circunstancia: «las piezas ahora por vez primera publicadas se hallan escritas en un dialecto iberorrománico, el navarro, de exigua aplicación —a juzgar por los testimonios hasta el momento descubiertos— en registros expresivos superiores al idóneo para su empleo en documentación de carácter jurídico y legal»[4]. Estas son las conclusiones que en otro lugar establece el mismo González Ollé a propósito del conjunto de la producción literaria del periodo que acabo de reseñar, en el que encontramos obras y autores tan variopintos: > Escasas manifestaciones literarias en romance navarro; inexistentes, hoy por > hoy, en vascuence, tal resulta el pobre balance con que termina el examen de > las lenguas mayoritarias de Navarra en la época medieval. Algunas noticias > documentales sobre circulación de libros y otras actividades análogas no > bastan para mejorar el desolador panorama. Sí queda sensiblemente modificado, > en abierto contraste con la situación expuesta, si se atiende a una > heterogénea —en cuanto a lengua y modalidad literaria— nómina de obras > relacionadas por diversas circunstancias con Navarra. Proceden de grupos > sociales que son considerados no tanto navarros como asentados en Navarra, por > lo general con un determinado status personal o colectivo, que lleva > aparejada, para cada uno, la utilización de su propia lengua. A esas minorías > étnicas se adscriben varios autores, de los que no en todos los casos consta > su naturaleza navarra; otros sí la poseen, por su lugar de nacimiento, pero su > vida entera, desvinculada de Navarra, transcurre en tierras lejanas y nada > afines a la originaria. Adviértase que Navarra se emplea aquí con un alcance > geográfico semejante al actual, pues sirve para denominar aquellas zonas de la > Frontera Superior árabe que luego incorporará a sus dominios la monarquía > pamplonesa[5]. -------------------------------------------------------------------------------- [1] Ver Juan Antonio Frago Gracia, «Literatura navarro-aragonesa», en José María Díez Borque (coord.), Historia de las literaturas hispánicas no castellanas, Madrid, Taurus, 1980, pp. 262-264. [2] Ver Ana Azanza Elío, Diccionario de pensadores. I, Pensadores navarros, siglos XII-XX, Pamplona, Ediciones Eunate, 1996. [3] José Zalba, «Páginas de la historia literaria de Navarra», Euskalerriaren Alde, XIV, p. 346. [4] Fernando González Ollé, Sermones navarros medievales. Una colección manuscrita (siglo XV) de la Catedral de Pamplona, estudio, edición parcial, notas y glosario de…, Kassel, Edition Reichenberger, 1995, «Nota previa». [5] Fernando González Ollé, Introducción a la historia literaria de Navarra, Pamplona, Gobierno de Navarra (Dirección General de Cultura-Institución «Príncipe de Viana»), 1989, pp. 69-70. Para más detalles remito a Carlos Mata Induráin, Navarra. Literatura, Pamplona, Gobierno de Navarra (Departamento de Cultura y Turismo-Institución Príncipe de Viana), 2004. Publicado en Edad Media, Escritores navarros, Historia literaria de Navarra, Literatura | Etiquetado Escritores navarros, Historia literaria de Navarra, Literatura medieval, Obras históricas, Obras jurídicas, Obras religiosas | Deja un comentario NAVEGACIÓN DE ENTRADAS ← Entradas más antiguas Este blog forma parte de GRISOSFERA, la blogosfera activada por Grupo de Investigación Siglo de Oro (GRISO) SIGUE EL BLOG POR EMAIL Enter your email address to follow this blog and receive notifications of new posts by email. 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