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Rastros de una promesa Un proyecto fotográfico de Fabiola Ferrero Por Fabiola Ferrero Recuerdo la última vez que fui a la casa de mi familia en la playa. La mayor parte de lo que hoy soy lo soñé en mis caminatas por esa orilla. Cuando entré no había luz y todo estaba oscuro, pero podía reconocer mi antigua cama, algunos de los juegos de mesa y la imagen de una costa italiana que crecí viendo colgada en la pared, enlace con las memorias de mis abuelos migrantes. En medio de la oscuridad escuchaba un zumbido y un crujido mientras caminaba. Saqué mi teléfono para alumbrar y, cuando apunté al suelo, vi pequeños puntos negros. Estaba pisando abejas muertas. Y el zumbido que escuchaba era el sonido de decenas de ellas volando a mi alrededor. Recorrí todas las habitaciones vacías con cuidado de no alterarlas. La cama de nonna Ángela tenía una sábana con diseños de flores y varias de las abejas estaban allí, como si intentaran polinizarlas. Tomé algunas fotos y salí lo más rápido que pude. Dormí afuera en una hamaca, me fui al día siguiente y no he regresado desde entonces. Esto fue en 2019. Solo hace poco entendí por qué estas abejas no salían de mi cabeza. Un amigo, al ver las fotos, me dijo: “También ellas se aferran a su fantasía”. Es la búsqueda que he tenido por varios años, volviendo a un país que existe solo en memorias, muchas veces ajenas y casi siempre imperfectas. Memorias que reconstruyen un futuro que ya existió y que ni yo, ni muchos de mi generación, pudimos conocer. Más de 7 millones de venezolanos han abandonado mi país. Muchos padres, hermanos, amigos. Nosotros mismos. Vi a mi país transformarse en otro y a mis recuerdos difuminarse, como si estuviera mirando mi infancia a través de una ventana empañada. Monedas venezolanas fuera de circulación en un cajón dentro de una casa vacía de un migrante en un barrio de clase media en Caracas. Mairín Reyes, una emprendedora, trabaja vaciando las casas dejadas por los migrantes, categorizando cada artículo y vendiendo la mayoría. Estas monedas ahora no tienen valor después de años de inflación. Caracas, Venezuela, 28 de abril de 2022. Pero sigo volviendo. A menudo busco resguardo en esa memoria inexacta —propia y ajena—. Este es mi intento de buscar los restos de la próspera nación petrolera en la que debí crecer; de hurgar en los recuerdos de un tiempo que existió antes del colapso, pero también de afrontar el duelo por una prosperidad que nunca vi. Los rastros de ese pasado glorioso se dejan ver en gestos cotidianos de las personas que entrevisté y en detalles casi escondidos entre paredes desgastadas. Los vi en Mairín Reyes, que vacía las casas abandonadas por migrantes ya ausentes en Caracas y quien un día me pidió que abriera un cajón. Dentro había muchas monedas. Esas monedas sin valor, destellos de un país perdido, aparecen en cada casa que vacía, me dice Mairín. Ella clasifica cada objeto y los cuida como si fueran suyos: “Lo que para mí puede ser solo un plato, para ellos lleva un recuerdo”. Edificios del Urbanismo Hugo Chávez, vistos desde un avión. Este complejo urbano de más de 3.000 departamentos fue construido durante el gobierno de Hugo Chávez, como parte del programa Gran Misión Vivienda, que prometió cinco millones de casas a familias vulnerables. La Guaira, Venezuela, 17 de mayo de 2022. Auristela Salazar, de 87 años, sentada en un banco frente a su casa en la ciudad petrolera de Cabimas, estado Zulia. Dedicó su vida a ser deportista de los equipos de PDVSA. Hoy conserva muchos álbumes de fotos, recuerda los días de su padre como trabajador petrolero y vive sola en su casa. Como muchos, sufre constantes cortes de energía y problemas con los servicios básicos. Zulia, Venezuela. 24 de marzo de 2022. Un tanque de petróleo dentro del Lago de Maracaibo, estado Zulia. Después de años de falta de inversión, recursos humanos y mantenimiento, la producción petrolera de Venezuela alcanzó un mínimo histórico en los últimos años, menos de 500.000 barriles diarios en 2020, profundizando la crisis de un país cuya economía depende casi por completo de los ingresos petroleros. Zulia, Venezuela. 11 de febrero de 2022. Carros abandonados en una urbanización de clase media de la capital. Caracas, Venezuela. 27 de abril de 2022. Una pared llena de recuerdos de Auristela Salazar, de 87 años, en su casa en la ciudad petrolera de Cabimas, estado Zulia. Zulia, Venezuela. 24 de marzo de 2022. Luis Luzardo, extrabajador petrolero, posa para un retrato dentro de su casa en Campo Alegría, un campamento petrolero en Cabimas, estado Zulia. Este campo fue construido específicamente para trabajadores petroleros y todavía es propiedad legal del Estado. Sin embargo, muchos de sus habitantes ya no trabajan con PDVSA. Durante las últimas décadas, estos barrios fueron vistos como un símbolo de la creciente clase media venezolana. Hoy experimentan falta de servicios básicos y muchas de las casas se están desmoronando debido a su cercanía al Lago de Maracaibo. Zulia, Venezuela. 14 de febrero de 2022. Share Project Current Page Share Tweet Pin Linkedin Embed Close Report Embed Responsive 512×383 288×236 Back Close